Esta antigua construcción de finales del siglo XIX remodelada con materiales de la región, impone una propuesta decorativa con muebles artesanales traídos desde la isla de Bali, creando así una atmósfera original y atrevida.
Sabiendo del respeto por la tradición, se inició la recuperación de esta antigua vivienda familiar. La idea fue mantener la estructura original de la casa de 446 m2 de construcción, el patio central, el solar, así como las fachadas y el "cascarón", pero debido a reformas anteriores, se aprovechó el espacio para trazar un eje visual y físico que va desde la entrada y el lobby, atraviesa el patio central y culmina en el solar, un pequeño jardín diseñado con vegetación tropical por la paisajista Ángela de Francisco.
Aunque la vista del comedor y el bar da sobre esta área casi selvática, el punto más atractivo de la casa es su patio central y no precisamente porque tenga elementos llamativos. De hecho, lo más sugestivo del patio es el minimalismo de la decoración y el contraste frente a la arquitectura interior. En ella se expresa la calidez del entorno otorgada por la claridad de los muros en tierra, las columnas acabadas con bejucos recolectados en el río Suárez y piedra de enchape del piso traída de Bali.
Este es un escenario límpido, con tres sofás de madera clara tapizados en un negro que parece hacerle juego al espejo de agua oscuro que insinúa una atmósfera apropiada para meditar o relajarse.